La
función de la glándula tiroides es controlada por un sistema de
retroalimentación negativa del sistema de regulación endocrina, que se lleva a
cabo por el eje hipotálamo-hipoficiario-tiroideo.
La
producción y secreción de T4 y T3 por la glándula tiroides es estimulada
por la hormona liberadora de tirotropina hipotalámica TRH, la que
estimula la parte anterior de la hipófisis para que secrete la hormona
estimulante del tiroides TSH, la cual estimula la glándula tiroides para que se
secreten las hormonas T4 y T3.
A su
vez, las hormonas tiroideas inhiben la producción y
secreción de ambas hormonas liberadoras de tirotropina y tirotropina,
proporcionando la retroalimentación negativa sobre el hipotálamo y la glándula
pituitaria o hipofisaria. Una disminución en la producción de las hormonas
tiroideas, estimula la secreción de TRH y TSH, produciendo un aumento de
hormonas tiroideas. Esto restaura los niveles normales de concentraciones
plasmáticas de las hormonas tiroides.
Gran
parte de la triyodotironina se produce cada día a causa de la desyodación de
tiroxina en tejidos extra-tiroideos.
La
conversión de tiroxina en triyodotironina disminuye significativamente en los
siguientes casos:
Desnutrición
Infecciones
Cáncer
Enfermedades
hepáticas, cardiacas y renales
Hambre
Uso de
algunas drogas y medicamentos
Estas
situaciones disminuyen la cantidad de triyodotironina sérica y las
concentraciones de los tejidos. Esta disminución en la producción de
triyodotironina puede ser una adaptación beneficiosa para el hambre y la enfermedad, ya que reduce la
degradación de proteínas y disminuye el uso de nutrientes para la generación de
calor, manteniendo la integridad del tejido y la conservación de los recursos
energéticos.
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